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Mostrando las entradas de enero 14, 2008

La calesita, de Luisa Valenzuela

El niño insiste e insiste. A los cuatro años recién cumplidos los deseos pueden ser monolíticos. Ya es hora de volver, le dice la tía a su sobrino. El niño se pone a berrear. Es hora de volver, tenés que hacer la siesta, prometiste, ésta era una yapita, trata de convencerlo ella. No y no, se empaca el niño. Por fin ella cede. Hace tanto calor en este parque desierto en el medio del día, el corazón del verano. Hasta los altos árboles transpiran y su sudor gomoso se pega a la piel. El niño no deja de tironear a su tía hacia la calesita. ¿Qué me habrá impulsado, se pregunta ella, qué loca idea me habrá venido a la cabeza cuando le propuse bajar al parque después del almuerzo? Vamos a buscar un heladero, le había dicho al niño. Desde el ventanal del comedor, en la vereda de enfrente, el parque parecía fresco ahí a sus pies. Se internaron demasiado en busca del heladero. Llegaron hasta el lago. Y ahora tendrán que volver a atravesar extensiones de pasto poco sombreadas, y el sol no perdona.